Entre la NASA, impresiones 3D y chicos que inventan, el futuro también es eso que ya está ahí

Referentes locales y extranjeros en “innovación” se reunieron en “La Usina del Arte” para hablar “del futuro del futuro”. Pero lo mejor de Innovatiba estaba en la “feria”, con foco en la tecnología digital, pero también en proyectos que “mejoran la vida de las personas”.
Suena fuerte una guitarra eléctrica salida de una impresora 3D.
Chicos de secundaria que desarrollan sus propios aparatos para medir la glucosa con una mínima muestra de saliva; o para cargar una batería de celular con las pisadas mientras uno camina; o un “guía” inteligente para ciegos basado en una cámara, unos anteojos y un celular. Estudiantes de la UBA con múltiples “inventos” para sillas de ruedas. Drones. Realidad Virtual. El lugar común, la frase de “Todo un Palo”, la canción de los Redondos: “El futuro ya llegó”.
Las charlas buscaban anticipar “el futuro del futuro”, como decían los organizadores de InnovatiBA 2015, “chochos” por la convocatoria –por La Usina del Arte pasaron más de 5000 personas-, por las charlas de los expertos de la Singularity University y el impulso que parece ir teniendo el “ecosistema de creadores”, como les gusta llamarlo.
“La Singularity” es un centro de formación en innovación que funciona en un predio de la NASA: (“Sí, entrás y es un predio de la NASA, los de seguridad tienen el escudito y eso y estás ahí, pero…”, dice alguien que pasó por el lugar y que igual quedó feliz por la experiencia). Sus charlas y las de los referentes locales –como Darío Sztajnszrajber, Fernando Polack o Facundo Manes- iban desde el futuro de los alimentos y el trabajo a las posibilidades de avances ciertos en la lucha contra el Alzheimer.
Un foco reiterado: cómo prepararse para los cambios que vienen. Y, sobre todo, cómo educar a los chicos para ese mundo que no es del futuro sino ya está acá: una parte interesante del encuentro estaba no en los salones donde exponían los expertos sino en la sala de la “Feria de creadores y hacedores”, en la que se mezclaban incipientes emprendimientos comerciales, centros de formación, alumnos de secundaria y universitarios y algunas ideas que parecen de ciencia ficción.
Innovación que ayuda
“La innovación puede tener un impacto en mejorar la vida de las personas”, dice en uno de los pasillos de la Usina Mariano Mayer, director general de Emprendedores del Gobierno porteño.
En una esquina de la Feria, dos equipos de la Escuela Técnica 14 (de cuarto y sexto año) y uno del Huergo mostraban las creaciones con las que quedaron entre los elegidos en las olimpíadas de ciencias de la Ciudad.
Los de cuarto desarrollaron un sistema para cargar las baterías de un celular al caminar o correr (una carga completa toma dos horas de caminata o tres de “running”) que además se puede usar en baldosas para cargar las luminarias de alguna vereda transitada.
Los de sexto crearon un “guía” para ciegos: una cámara montada en los anteojos detecta objetos que están a una distancia del suelo de entre de 30 centímetros y dos metros, por encima del nivel en el que el “bastón blanco” encuentra los obstáculos que la persona de ebe evitar; cuando hay algo, hace vibrar los anteojos en señal de alerta. El sistema de anteojos y cámara, además, está conectado a un celular con GPS para el que los mismos alumnos desarrollaron un software que, de un modo sencillo y a través de señales de voz, ayuda al no vidente a ubicarse en la ciudad si lo precisa.
Los chicos del Huergo, por su parte, desarrollaron un aparato para medir el nivel de glucosa a través de una pequeña muestra de saliva, preocupados por un compañero con diabetes al que veían cómo constantemente tenía que medirse la glucosa por sangre.
Más allá de que existen en algunos lugares sistemas para cargar luminarias aprovechando el tránsito peatonal o para medir glucosa por la saliva, lo peculiar es cómo los chicos crearon los desarrollos desde cero, con tecnologías disponibles en una escuela y sin costos exorbitantes.
Ahí nomás, se podían ver tres desarrollos de un proyecto de la Facultad de Diseño y Urbanismo de la UBA, los tres vinculados a personas con movilidad reducida: uno, adaptaba una rueda con un motor eléctrico para conectarla con cualquier silla de ruedas y transformarla en un triciclo eléctrico; otro incorporaba un sistema de “joysticks” y cadenas al sistema de movilidad de la silla; y un tercero vinculaba un sistema mecánico, software, una tablet y una cámara réflex a una silla de ruedas para darle independencia a un fotógrafo parapléjico.
Ecosistema
“La feria da cuenta de un ecosistema de creadores y hacedores. No es un obstáculo (que sean emprendimientos comerciales) porque es una muestra de cómo está ‘la red’, eso es lo principal. Y tampoco se trata de innovaciones necesariamente digitales, porque la innovación puede venir de cualquier campo: son ‘nuevas soluciones a los problemas de siempre’”, dice Enrique Avogadro, Subsecretario de Economía Creativa del Gobierno porteño y principal responsable del encuentro.
Por eso, más allá de los “inventos” de los estudiantes había también mucho de emprendedores con fines comerciales: un sistema inteligente de monitoreo ambiental; otro de relevamiento aéreo con drones; otro para la construcción de drones; un equipo partátil para el escaneo 3D; una “energicicleta” para generar energía desde una bicicleta fija; los “vehículos eléctricos de tracción humana” (Vethas, un triciclo para tres ocupantes); o Luminias, un juego enciclopédico de cartas basado en las “tope y quartet”.
Alumnos de la UADE presentaron una evolución del sistema de almacenaje de información no biológica en ADN con el que ya habían guardado el ADN del himno nacional. Ahora, están haciéndolo para determinadas “firmas” de documentos valiosos, como pinturas o diplomas. La idea es que una estampilla guarda el ADN y ante una eventual duda o conflicto, ese ADN se puede leer y comparar con la fuente original, a cargo, por ejemplo, de la Universidad o el Museo que lo haya generado.
Otros circulaban o hacían probar un “transporte eléctrico plegable” (TREP), que se enchufa con un transformador tipo celular, tiene una velocidad máxima de 10 kilómetros por hora y tiene una autonomía de dos horas o más, pensado para grandes espacios cerrados o transporte urbano. Una ONG mostraba ladrillos ecológicos con residuos, botellas vacías y decks de mercaderías. Y, además de un taller para la producción de colectores de energía solar, había varios expositores y promotores de cursos de impresión 3D, una tecnología con la que ya cuentan varios colegios y que en teoría estará en cinco años en todas las escuelas de la Ciudad. “El futuro ya llegó”.