Opinión
¿Y ahora qué hacemos con los dólares del colchón?

Durante décadas, los argentinos nos fuimos acostumbrando a guardar dólares “por las dudas”. Cada crisis, cada devaluación abrupta, cada restricción al ahorro o confiscación estatal alimentó un reflejo defensivo: sacar los pesos del sistema y convertirlos en billetes verdes, lejos del alcance de cualquier eventualidad. Es un hábito que no necesita explicación: sobrevivir en un país con vaivenes cíclicos enseñó que cuidar lo propio muchas veces significó desconfiar.
Hoy, sin embargo, el gobierno plantea un nuevo esquema que, sin ser un blanqueo en el sentido tradicional, busca algo distinto: que ese ahorro en dólares, hoy inmóvil, vuelva a formar parte de la economía real. No hablamos solo del dinero en el colchón o en cajas de seguridad, sino también del que fue retirado del sistema en pesos o en dólares y permanece, en muchos casos, sin destino.
La propuesta no elimina controles patrimoniales ni los procedimientos vinculados a la prevención del lavado de activos, pero sí introduce cambios importantes: se eliminan regímenes informativos, se simplifican los mecanismos de ingreso de fondos y se acota la intervención sobre datos sensibles. No es un “vale todo”, pero sí una señal. ARCA no perderá trazabilidad, pero se evita penalizar preventivamente a quien simplemente guardó su dinero.
Y aquí está el punto central: no se trata de premiar a quien evadió. No es un perdón fiscal, ni un blanqueo encubierto. Se trata de reconocer que hay una parte de la población que, en su momento, salió del sistema —por miedo, por desconfianza o por autoprotección— y que hoy podría decidir volver, si existen condiciones razonables para hacerlo.
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Tener los dólares guardados, sea en una caja o en el exterior, ya no rinde. Tampoco genera valor tenerlos paralizados. La inflación global, los costos de mantenimiento o el simple paso del tiempo hacen que esos billetes pierdan poder adquisitivo cada día. En cambio, invertirlos en el país, acceder al mercado de capitales, dejarlos en una cuenta remunerada o gastarlos en un consumo de largo plazo es, precisamente, a lo que apunta el gobierno. Capturar al pequeño y mediano ahorrista desconfiado puede representar no sólo una oportunidad financiera, sino también una manera concreta de recuperar protagonismo económico.
Claro que falta estabilidad. Nadie lo niega. La confianza no se impone por decreto, y mucho menos en un país con antecedentes de sobra en materia de cambios de reglas. Las leyes vigentes —como la penal cambiaria, la penal tributaria o la de procedimiento fiscal— siguen allí, y es parte del desafío resolver, en paralelo, un marco más moderno y previsible. Aún faltan las reglamentaciones específicas en estos aspectos para poder conocer a fondo el nuevo régimen y su aplicación para tomar decisiones.
Durante el gobierno de Mauricio Macri hubo un blanqueo de capitales donde muchos dólares fueron declarados… pero no ingresaron nunca al país. Se pagaron los impuestos, sí, pero no se generó actividad. Más recientemente, el blanqueo de 2024 tampoco logró canalizar de forma efectiva esos fondos hacia la inversión productiva o el consumo: en gran medida, se trató de un sinceramiento patrimonial sin impacto tangible en la economía real.
Un punto importante —y una pregunta frecuente que vengo recibiendo de muchos clientes en estos últimos días— es: ¿vale la pena seguir guardándolos por si acaso? ¿O es hora de ponerlos en movimiento y que empiecen a generar valor? Mi respuesta es siempre la misma: si están declarados, plata guardada es plata que no rinde. Por eso, y basados en los montos especificados hasta el momento, ya estamos armando algunas carteras con oportunidades tanto en pesos como en dólares que generan rendimientos atractivos, y en algunos casos cuentan con tratamientos impositivos favorables. Algunos de ellos incluso están exentos del impuesto a los Bienes Personales y del Impuesto a las Ganancias. Encontramos, por ejemplo, Obligaciones Negociables, Bonos Soberanos, Letras del Tesoro, acciones y otros instrumentos con potencial.
Ahora bien, ¿qué busca el gobierno con este nuevo esquema? ¿Reservas, reactivación o recaudación? Probablemente, las tres cosas. Ingresar dólares mejora la posición del Banco Central, reactivar el consumo y la inversión dinamiza la economía, y si eso sucede, la recaudación mejora de forma natural. Todo esto va en línea con lo planteado en mi nota anterior publicada en este medio: si se busca ampliar la base de contribuyentes y lograr crecimiento sostenido, el camino no es seguir aumentando impuestos, sino justamente lo contrario —bajarlos y facilitar la inclusión económica desde lo fiscal.