Si querés sobrevivir, sé digital
Somos contemporáneos de un momento histórico en la humanidad: la cuarta revolución industrial.
Por Gustavo Giorgi
La idea es de Klaus Schwab, fundador del foro Económico Mundial y fue justamente en su edición de 2016 que la hizo pública (a la sazón, tiene un libro con el mismo nombre).
Quienes rondamos los cuarenta y tantos suponíamos (mal) que la cosa se terminaba en la tercera dado que modificó sustancialmente nuestras vidas. Qué decir sino del avance de las energías renovables y limpias; los vehículos híbridos; la fibra óptica por citar algunos de sus hitos.
Sin embargo, la cosa no quedó ahí y dio nuevamente un giro radical. El cambio de modelo al que asistimos actualmente posee un alcance e impacto cuyas consecuencias aún no vimos en su totalidad y de las que solo podemos hacer inferencias.
Es fundamental que comprendamos que esta revolución se asienta sobre ejes claves:
- El Cloud Computing o La Nube.
Ya no más servidores físicos para almacenar datos.
Hoy en día está todo subido o colgado allí. Así, ganamos velocidad y también la posibilidad de acceder a nuestros archivos desde el lugar en el que estemos. Incluso la playa misma.
- El manejo y tratamiento de grandes volúmenes de información.
Te levantas con la alarma del celu y lo primero que mirás es si hay “alguna novedad”,
entendiendo por eso desde actualizaciones en las redes sociales, noticias o mensajes de whatsapp. La pasión neurótica del “no quiero perderme nada” nos hace creer que durante la madrugada algo relevante pudo haber ocurrido, cosa que debe pasar una o dos veces en todas nuestras vidas.
Así las cosas, el día continúa y mientras desayunás seguís viendo el rectangulito de la pantalla. Llegás a tu trabajo, te volvés a conectar, pero ahora desde la notebook. De regreso a casa el mismo ciclo, incluyendo la música de Spotify mientras te duchás, el chequeo de emails entre la cena y el postre para, finalmente, una última miradita al celu antes de dormir “por si pasó algo y no me enteré”.
Por otro lado, todas las compras que hayas hecho, los artículos o viajes que hayas visto por la web, las conversaciones que tuviste con tus compañeros frente a la compu… Todo, todo es visto, registrado y tratado. Esa información habla de vos y es leída por diversos grupos de interés, dentro de los cuales las empresas tienen un rol protagónico. Hoy en día predecir el comportamiento de compra de un consumidor es el vellocino de oro buscado por las Compañías. Ya no más encuestas o estudios de opinión. “Queremos saber incluso antes que la persona misma qué quiere y dárselo primero que nadie”.
- La Inteligencia Artificial, robotización y nanotecnología.
Estamos en el camino de las fábricas inteligentes, reguladas por máquinas.
Los desarrollos actuales como el machine learning o Deep learning son
sorprendentes por donde se los mire. Aquello que inquietaba a Asimov en “Yo, robot”, vinculado con máquinas capaces de pensar y decidir por sí mismas es una realidad. Bastará con cargarles suficiente información (o datos a ser ingeridos) y luego éstas no solo comenzarán a procesarlos, sino que aprenderán por medio de su mismo uso. De este modo van corrigiendo errores sin necesidad de un humano que las opere. En breve arribaremos no solo a máquinas capaces de controlar complejas líneas de producción completas sino también fábricas enteras.
- Internet de las cosas (IoT).
En serio te pregunto: cuando veías los Supersónicos, ¿pensabas que eso podía ser
cierto alguna vez? Por ejemplo, llegar a tu casa y tener el café recién hecho, contar allí con la temperatura justa, la luz adecuada, el lavarropas andando y las ventanas entreabiertas como te gusta, habiendo controlado todo eso mientras estabas en el colectivo… Parece ciencia ficción ¿verdad? Pero es una realidad que no solo llegó para quedarse, sino que irá ganando cada vez más terreno. Los objetos se comunican entre sí. Dialogan en un idioma que no alcanzamos a comprender pero que funciona.
Consecuencias y manual de supervivencia
Si vamos por el lado amable, se supone que estos cambios inyectarán al mundo 14 billones de dólares en los próximos años, según estimaciones de la consultora global Accenture. Eso implicaría una mejora, un poco por efecto derrame, en las economías emergentes a partir de una reducción de costos en la vida cotidiana de muchas personas. Por caso, el transporte por medio de Uber o el acceso a series y pelis a un precio accesible a través de la plataforma Netflix.
Pero como sabemos, no todo es dulce en la vida y también debemos considerar que dichos cambios podrían implicar la pérdida de 7 millones de empleos en los próximos años, según el mismo Schwab.
Entonces, la pregunta es: ¿Qué herramientas tengo, como empresa, líder o colaborador de una organización para adaptarme activamente a este contexto? La respuesta es unívoca: No queda ninguna otra opción que transformarse en digital, esto es:
Abrazar los cambios
Asumamos que formamos parte de un mundo en constante turbulencia y no
focalicemos solo en el presente de pandemia y sus ulteriores modificaciones. Ubiquemos que nuestra contemporaneidad está signada por el cambio continuo y si nuestras reacciones habituales son negarlo, oponernos o ser indiferentes nos llevará puestos.
Mi sugerencia es ser flexibles y fuertes como el bambú. Estar atléticos en la velocidad de respuesta, poder modificar nuestros modos sin perder por eso esencia.
Trabajar en red
Otra de las condiciones es el trabajo en entornos colaborativos. A nivel de empresas, abandonar las divisiones en áreas-silos y favorecer la transversalidad. Respecto de las personas, animarse a formar parte de equipos, ser empático con el otro y no casarse con la propia idea en detrimento de las demás, son sus principales ejes.
Diversidad
Relacionado al punto anterior, está comprobado que los mejores equipos son aquellos formados por personas diferentes en sus ideas, historias, géneros, formación y experiencia. La diversidad favorece la resolución activa de los problemas mediante un abordaje enriquecedor. Las ideas de “prefiero trabajar con hombres porque son menos problemáticos” o “con chicos jóvenes… tienen menos mañas, ¿viste?” ya superaron su fecha de vencimiento y hoy se encuentran en mal estado.
Generar y aportar valor
Cada uno de nosotros tiene un espacio regio para ello.
En la empresa, buscando mejorar las condiciones para clientes, empleados, proveedores y comunidad. Como colaboradores, con el objetivo en mente de innovar y aprender constantemente. Finalmente, como sujetos, tratando de dejar una impronta positiva, sirviendo a los demás.
La mejora continua es eso: en cada vuelta del circuito agregar algo diferente, más rápido, más prolijo, más eficiente o, simplemente, más cómodo…
Privilegiar a las personas por sobre los procesos.
Ser digital no equivale a convertirse en un robot sino más bien todo lo contrario. La verdadera transformación es comprender al otro integralmente, en su humanidad más profunda. Escucharlo, saber de él… estar dispuesto a comprenderlo y sentir a su par. Convertirse en digital es, paradojalmente, hacer una apología de lo humano. Las Compañías que sobrevivan a esta revolución no serán las que más inviertan en tecnología sino aquellas capaces de valorar a las personas sobre todas las cosas.