Que el timón esté siempre en buenas manos
Ángel me llamó muy preocupado. Se lo escuchaba agobiado y después de tres largas reuniones personales pudo poner en palabras la causa de su estado. “Es que me di cuenta de que, si me pasa algo, no hay nadie que pueda conducir la empresa”.
Mg. Sergio Messing
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Él tiene sesenta y cuatro años y una salud precaria, que se convierte en una gran debilidad en tiempos de pandemia como los que estamos pasando. Desde que la crisis sanitaria comenzó este tema le da vueltas por la cabeza y no encuentra calma.
Casado con Elena desde hace treinta y cinco años, tienen tres hijos: Fernando, el mayor, tiene treinta y tres años, Lucía tiene treinta, y Marcos, el menor, tiene veinticinco.
Los cinco trabajan en la empresa que es propiedad de la familia. Una multirubro agropecuaria, muy fuerte en el centro y norte del país. Venden semillas, agroquímicos, maquinaria agrícola, y prácticamente todo lo que los productores necesitan comprar para el campo. Con seis sucursales abiertas y ciento cincuenta empleados, son referentes en el negocio.
Elena atiende los negocios inmobiliarios: compraventa y arriendo de campos. Fernando es un auxiliar en el área financiera de la administración. Lucía gestiona el área de personal. Marcos está a cargo de una de las zonas comerciales, la de menor volumen, bajo las órdenes del Gerente de Comercialización.
Leyendo hasta aquí, pareciera que la preocupación de Ángel no tiene mucho fundamento. Sin embargo, él tiene clara consciencia de que, si alguna circunstancia imposibilitara que el condujera la empresa, esta quedaría acéfala.
Fernando es un muchacho con muy pocas luces y muchos problemas de conducta, que tiene una relación muy conflictiva con su padre. Ya manifestó que, frente a la primera oportunidad de generar algún negocio propio, se retirará de la empresa. Lucía sigue en su puesto solo para acompañar a sus padres, a quienes ve angustiados por la situación y el riesgo, aunque su vocación está en hacer alguna actividad vinculada al turismo, para lo que estudió e hizo alguna mínima experiencia laboral. Marcos es Ingeniero Agrónomo recibido hace un año y medio, tiene vocación, potencial y decisión, aunque le falta formación y experiencia.
Las familias empresarias se encuentran, muy a menudo, que cuando empiezan a pensar en la transición generacional, las posibilidades de concretarla le demandan mucho trabajo y mucho tiempo, o porque no tienen dentro de la familia quienes tengan vocación de ocupar el lugar de quien conduce, o porque los que quieren no se encuentran en condiciones, no son competentes, para hacerlo. Quizás se deba a que, por diversas razones, empiezan a pensar en esa situación inevitable más tarde de que lo debieran.
El relevo, si es que la familia tiene como proyecto darle a la empresa la continuidad en el tiempo, es un hecho ineludible. En algún momento, más temprano, más tarde, quien ocupa el máximo puesto de responsabilidad en la conducción empresaria no querrá o no podrá seguir haciéndolo. Y para ese momento hay que prepararse con todo el tiempo que sea posible. Porque además del paso del tiempo, de la natural sucesión que plantea la vida, están las contingencias. Y estas no están agendadas.
Tomar el timón
La empresa familiar siempre debe tener alguna persona en condiciones, sea familiar o no, que quiera y pueda ocupar el máximo lugar de decisión en el día a día de los negocios, para asegurar que estén disponibles las manos que tomarán en el timón.
Ángel y su familia tienen dos problemas por resolver. El primero, es que si el diablo mete la cola no tienen a nadie en condiciones de ocupar el puesto de mando. El segundo, es que para que la transición generacional sea de un familiar a otro necesitan el tiempo necesario para que Marcos se forme, adquiera experiencia, recorra las distintas etapas del itinerario hasta el puesto de mayor responsabilidad, y en el camino vaya demostrando su nivel de competencias.
Ninguna de las soluciones posibles puede ser fruto de la improvisación, sino de una cuidada planificación, de una rigurosa gestión, y de una atenta supervisión.
La posibilidad de que alguien ocupe el lugar de Ángel, ya sea por una contingencia o una decisión, hasta que Marcos esté en condiciones, puede estar cerca o no, dentro o fuera de la familia. El primer paso sería tratar de identificar dentro de la estructura ejecutiva de la empresa si hay alguien que, además de reunir las competencias requeridas, tiene la confianza de la familia y se mueve con valores compatibles con los de ella. De no existir esa persona dentro, habrá que buscarla afuera, haciendo la solución más compleja.
La responsabilidad de esa persona, una vez que alcance las condiciones para ocupar el lugar de Ángel, será no solo la conducir la empresa por un determinado período, sino la de asistir y fortalecer el proceso de formación de Marcos quien, en algún momento, ocupará su lugar. Esta última situación genera un desafío muy grande porque se trata de encontrar a alguien que tendrá un puesto de trabajo a plazo fija, con fecha de vencimiento.
Por lo tanto, resulta imprescindible que, habiendo encontrado a esa persona, la oferta que se le haga sea tentadora y le asegure algún tipo de continuidad en su relación con la empresa, ya sea esta de índole laboral o, al menos, de tipo económica. Un proyecto asociativo en un negocio nuevo en el que la familia invierta y este Gerente General a plazo fijo se ocupe de gestionar. Una unidad de negocios que hoy esté integrada en la empresa y el día de mañana puede convertirse en autónoma. Un lugar en la dirección de la empresa que signifique un ascenso hacia un espacio de mayor jerarquía. Una participación en las ganancias sin necesidad de darle participación accionaria.
En fin, se trata de encontrar una persona confiable, comprometida, competente, que cubra durante un tiempo un puesto que la familia no tiene con quien cubrir, a través de un acuerdo que se prolongue en el tiempo más allá de la necesidad coyuntural que viene a satisfacer.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.