Puerta de salida: Modos de irse de la empresa familiar
Que un familiar no pueda retirarse de la sociedad con sus parientes cuando no tiene voluntad de seguir en ella, es una situación pocas veces considerada y muy conflictiva.
Sergio Messing
“Estoy preso en la sociedad con mis primos. La empresa vale una millonada, no recibo un peso y nadie me quiere comprar la parte”, me cuenta Laura, ingeniera en construcciones, socia de sus primos en una fábrica de envases plásticos, de la que heredó de sus padres el 10% de la tenencia accionaria.
“Mi prima está completamente loca. Cada vez que aparece es para pedir guita. Y cuando quiso vender su parte pidió una locura”, relata Eduardo, primo de Laura, en la entrevista de mediación que tuvimos. Él es el gerente general de la empresa desde hace 15 años, cuando falleció el padre de su prima, que ocupaba ese puesto. Su designación había sido acordada entre los que en ese entonces eran los socios, su padre y su tío.
Las diferencias de percepciones entre Laura, socia pasiva que no participa en la conducción de la empresa, y Eduardo, socio activo con un protagonismo central en la gestión de todos los días, es enorme. Lo único que puede esperar ella de la empresa es información y dinero. En cambio él, quiere crecimiento, éxito, objetivos logrados, prestigio personal, reconocimiento familiar y, por supuesto, dinero.
El lugar que cada familiar ocupa en la empresa familiar marca su forma de ver y opinar sobre las situaciones de la empresa, y genera una diferencia de expectativas que, muchas veces, son contrapuestas, porque las necesidades y los intereses de cada uno son diferentes, a pesar de que todos desean la subsistencia y el desarrollo de la empresa.
Como Laura no logra lo que espera, quiere irse, quiere vender las acciones que son de su propiedad. Estas son un patrimonio propio que, al no proporcionarle los ingresos que ella entiende lógicos, y que conforman sus expectativas, prefiere desprenderse de él y con lo obtenido hacer otra cosa que le dé mayor satisfacción.
Eduardo no puede hacerse cargo de satisfacer las expectativas de su prima, ni las de sus otros primos en similares condiciones a las de Laura. Él se limita a gestionar, a administrar un negocio que no es propio, si no que es solo de él en una parte. Reparte utilidades cuando las hay, de acuerdo al porcentaje que le toca a cada uno, reservando lo necesario para las reinversiones que permitan el crecimiento. Laura puede pensar que Eduardo la está perjudicando, y este que ella es una ambiciosa y una desagradecida para con él, que trabaja todos los días para que sus familiares ganen dinero.
El campo de batalla
Evitar estas situaciones es posible si los acuerdos familiares se construyen con tiempo, y cuando estos conflictos de intereses aparecen, ya existen normas para resolverlos. Cuando un socio pasivo quiere retirarse de la sociedad familiar, ya tienen que existir los mecanismos para permitirlo y facilitarlo, sin por eso darle el gusto a caprichosos y especuladores.
Acordar, poner por escrito y firmar una forma de ponerle precio a las acciones que un familiar quiere vender, antes de que ello ocurra; permitirá que todos los miembros de la familia sepan cuanto valen las acciones de las que son dueños, y ajusten sus expectativas respecto de cuanto dinero pueden llegar a recibir el día que se decidan a desprenderse de ellas.
Que ese acuerdo incluya las condiciones de pago, los plazos y los tipos de bienes que el vendedor está obligado a aceptar y recibir de parte del comprador, complementará el acuerdo y lo hará más fácil y efectivo.
Que nadie esté obligado a quedarse donde no está a gusto. Que nadie deba pagar por algo lo que ese algo no vale. Que nadie reciba menos de lo que vale por aquello que vende.
Principios para construir acuerdos y evitar conflictos en lo que pocos piensan como posibles, pero cuando aparecen son muy costosos para las personas, las familias, las empresas y los patrimonios.
Complejo pero posible. Más sencillo se busca ayuda.