Preservar la empresa: podar el árbol genealógico
Las familias crecen más rápido que las empresas. Proteger a la empresa familiar de los riesgos de esta realidad es una forma de asegurar su futuro.
Por Sergio Messing
“Ahora ya están todos adentro de la empresa, ya no hay más lugar ni guita para tantos” me dijo Amalia, dueña de una fábrica de indumentaria de trabajo. Ella fundó la empresa hace 45 años y hoy sus cinco hijos están trabajando con ella, y también lo están haciendo sus tres nietos mayores. Y en los próximos cinco años habrá otros seis nietos en edad de hacerlo.
Con el paso de una generación a otra las familias van creciendo a un ritmo que, en la mayoría de los casos, es mayor al crecimiento que experimenta la empresa de la que la familia es propietaria. Para encontrar una traducción en la realidad concreta:
• La cantidad de puestos de trabajo apetecibles para los miembros de la familia, generalmente puestos de jerarquía gerencial, son los mismos para una cantidad creciente de aspirantes. Hay mayor cantidad de candidatos para sentarse en la misma cantidad de sillones.
• La cantidad de dinero que la empresa gana y reparte en distintos conceptos (sueldos, honorarios, ganancias) crece a un ritmo menor que las necesidades financieras de los integrantes de la familia. Aunque haya mayor ganancia, la porción de esa ganancia que va a parar al bolsillo de cada familiar es menor.
Cuando Amalia fundó su empresa, no había candidatos, salvo ella y su esposo. Ahora, siguen ellos dos, más sus cinco hijos, más sus tres nietos. Diez candidatos para cinco sillones (la Gerencia General, la Comercial, la de Fabricación, la de Administración y la de Finanzas). Y lógicamente, todos con aspiraciones de jefes. Como oportunamente no se hizo nada al respecto, hoy hay hermanos que son subordinados de sus hermanos, sobrinos que son subordinados de sus tíos; y ya hay cinco personas que saben que sus aspiraciones de ascenso no podrán ser concretadas hasta que no haya un lugar vacío más arriba.
La empresa familiar no puede ser vista como una agencia de empleos de la familia, sino que la familia tiene que tener en claro que puede suministrar a la empresas las personas (cantidad y calidad) que esta requiera en cada etapa de su desarrollo.
Cuando Amalia fundó su empresa, esta ganaba el dinero suficiente como para que la familia viviera bien, creciera patrimonialmente, se reinvirtiera en la empresa y generara una reserva financiera para el futuro. La ganancia entraba en un solo bolsillo. Ahora, la ganancia es mucho mayor, las necesidades de reinversión también, y la cantidad de bolsillos a alimentar mucho mayor aún. Ninguno de los miembros de la tercera generación puede aspirar a una tajada del tamaño que en algún momento recibió la generación de sus padres, ni mucho menos de la que recibió su abuela. Un alto nivel de expectativas para un bajo nivel de posibilidades.
La empresa familiar no puede ser vista como el fondo de financiamiento de la expectativas económicas de cada uno de los miembros de la familia, sino algo que hay cuidar mucho para que siga dando los frutos que pueda dar.
Para que el futuro de la empresa esté protegido de los riesgos mencionados es indispensable, entre la primera y la segunda generación:
• Establecer las normas de ingreso de los familiares para trabajar en la empresa: los requisitos, los puestos que podrán ocupar, la cantidad máxima de familiares que podrán entrar, el sueldo que cobrarán, quienes decidirán quién ingresa y quién no, etc.
• Establecer las normas de integración del Directorio: la cantidad de miembros, las condiciones para ser elegido, los honorarios que cobrarán, etc. Y no caer en la tentación de agrandarlo para hacerle lugar a aquellos que no puedan entrar a trabajar en alguna gerencia
• Establecer las normas con las que se destinarán las ganancias que la empresa produzca: cuanto se distribuirá, cuanto se reinvertirá, cuanto se reservará para contingencias.
Las ramas del árbol genealógico serán podadas: no todos tendrán trabajo en la empresa, no todos podrán dirigirla. Los lugares disponibles serán para los que quieran, los que sepan y los que puedan.
La plata, la que riega el árbol, será cuidada. Que cada uno tenga lo que le corresponda (su sueldo si trabaja, su honorario si dirige, su dividendo si es dueño), cuidando primero que la empresa tenga lo que necesita, que la vaca lechera no se quede sin pasto. Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.