La transmisión del relato en las familias empresarias
“Estos pibes se olvidan de cómo llegamos hasta aquí, y ahora pretenden borrar toda la historia”, decía, casi a los gritos Armando, en una reunión en la que estaban sus hijos y algunos de sus nietos.
Por Mg. Sergio Messing
Armando tiene ochenta y cinco años, y es el fundador de una industria química que ya cumplió sesenta años. Nunca soportó la idea de ser un empleado, y recién recibido comenzó con la actividad independiente, primero prestando servicios a otras empresas, y después fundando la propia. Desde entonces, fue construyendo un camino de desarrollo sólido y sostenido en el tiempo, llegando a competir por el liderazgo nacional en su rubro.
Armando y Rosa, ya fallecida, tuvieron dos hijos.
Sebastián, el mayor, tiene sesenta años y es quien conduce la empresa desde hace más o menos quince. Tiene un hijo, Luis, de treinta años, que es Licenciado en Marketing y trabaja en la empresa desde hace tres años, cuando regresó de hacer una experiencia laboral en una empresa de desarrollos inmobiliarios en Montevideo.
Susana, la menor, tiene cincuenta y siete años y trabajó en la empresa hasta hace dos años, cuando se tuvo que retirar por problemas de salud. Hasta entonces, estuvo a cargo de las finanzas de la empresa, haciendo una tarea reconocida por todos, salvo por Armando y Sebastián, que fue fundamental para sobreponerse a las diferentes crisis atravesadas durante estas seis décadas. Tiene tres hijos, Hugo, Valeria y Nicolás, de los que solo el primero, de veintinueve años, trabaja en la empresa, en el área de Sistemas de Información, en la que ingresó al terminar su carrera universitaria.
Las nuevas generaciones van conformando su relación con la empresa que es propiedad de la familia a través de distintas vías. La relación directa que tienen con ella, cuando y como la conocieron, cómo y en que situaciones iban cuando eran niños, momentos concretos en los que participaron, la invitación o la oportunidad a incorporarse, el primer día de trabajo, etc. La relación indirecta que tuvieron con ella, que era lo que de niños escuchaban en su casa de boca de sus padres que venían de trabajar en la empresa, las referencias a como el bienestar de la familia estaba relacionado con la empresa, los comentarios sobre situaciones transcendentes en la vida empresarial, etc. La historia de la empresa y como se las contaron, los éxitos logrados, los hitos que marcaron épocas como inauguraciones de nuevas plantas, lanzamientos de nuevos productos, etc.
Desde el orgullo y la vanidad
Armando, , siempre contó a sus nietos la parte positiva de la historia, dejando la impresión de que todas las situaciones fueron favorables, todas las etapas fueron mejores a la anterior, y todos los méritos fueron suyos.
Sebastián, su hijo predilecto, muy pegado a su padre, hizo propia esa historia y transmitió a su hijo Luis esa versión en la que su abuelo era un superhéroe que lograba todo aquello que se proponía, solo a costa de su propio talento y esfuerzo.
Susana, menos apreciada, más alejada, y por lo tanto menos influida por su padre, vivió en carne propia y pagó, en parte con su propia salud, los momentos críticos que atravesó la empresa, algunos por las propias realidades del país, otros por los desaciertos y el empecinamiento de su padre y su hermano. La historia que conocen sus hijos no es la del abuelo, sino la del sufrimiento que los malos tiempos le provocaron a su madre. Es en parte por esta causa que Valeria y Nicolás decidieron seguir caminos que no tuvieran relación con la empresa de la que, algún día, podrán ser herederos de una parte.
Luis y Hugo, los nietos de Armando y Rosa, conviven diariamente en la empresa, y la actitud de ellos es muy diferente. El primero, hijo de Sebastián, es un entusiasta de cuanto nuevo proyecto aparece, de cuanta innovación puedan realizarse, de cuanta apuesta pueda hacerse. Hugo, es un temeroso, que duda mucho tiempo frente a lo nuevo, que a pesar de las invitaciones que recibe de su tío a participar con su opinión en las decisiones, nunca dice nada. Algún día no muy lejano, cuando Sebastián no quiera o no pueda seguir en el lugar que ocupa, serán ellos los responsables de conducir la empresa, con sus visiones diferentes, sus modos de actuar opuestos, y las consecuencias que esas características pueden llegar a provocar.
La historia es mucho más que el pasado por el que atravesaron las empresas familiares y sus miembros. Es también la mirada con la que se enfocan el presente y el futuro, porque es la que la construyó. Las generaciones sucesoras cargan con una cultura, una visión y un sentido en la que la historia que les contaron tiene un papel fundamental. Cuanto más se acerca esa historia a la realidad vivida, a las buenas y a las malas, a los éxitos y a los fracasos, a los aciertos y a los errores; cuanto más se humaniza ese relato, más rico es el aporte para que cada uno de los más jóvenes pueda forjar una relación autónoma, honesta y constructiva con la empresa que será o no parte de su futuro, y más homogénea y cohesionada será la visión familiar que se tenga.
Historia alejada de la realidad
Armando contó a sus hijos una versión de la realidad. Sebastián no quiso o no pudo contradecir esa versión, y quedó preso de un relato que transmitió a su hijo, y que hoy se ha convertido en la actitud de Luis en la empresa. Susana vivió la realidad, que se contradecía con el relato de su padre y de su hermano, y puso en la cabeza y en el alma de Hugo el peso y la dureza de esa contradicción.
Ninguna empresa que haya sobrevivido con mejores o peores resultados durante sesenta años se construyó sin momentos difíciles, sin fracasos, sin grandes crisis. Tampoco sin aciertos, sin éxitos, sin buenas ideas y mejores decisiones. Como en todos los órdenes de la vida, el resultado es consecuencia de la mezcla de ambos.
La exaltación de lo bueno o de lo malo solo construye visiones parciales, balances errados, miradas distorsionadas. Las familias empresarias deben empeñarse en mantener un relato de la historia que sea completo, lo más objetivo posible, y que explique en su totalidad las causas que llevaron a la empresa al presente que hoy tienen y al futuro que pueden construir.
Ninguna historia empresarial es una bendición o una maldición, es consecuencia de lo que las personas pudieron hacer con lo que tenían, la épica de caídas y puestas en pie, sin grandes héroes, con familiares que son los responsables de contarla para que sea parte de lo legado a los familiares más jóvenes.
Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.