En defensa de los jefes
¿Hasta cuándo le vamos a seguir cargando las tintas de todos los males que suceden en las organizaciones a los jefes? ¿Se han convertido en el blanco ideal de todas las críticas? ¿No existen otras variables que afectan la salud laboral, además de lo que ellos hagan, piensan o digan?
Por Gustavo Giorgi
Que el mal clima de trabajo o la falta de creatividad de los empleados… Que los bajos salarios o la desmotivación… Que el bajo sentido de pertenencia o la imposibilidad de formar equipos… Tal parece que los únicos culpables de esto son: ¡solo los jefes!
Desde aquí me propongo hacer una apología de esta posición, diciendo en primer lugar que es necesario reconocer la valentía de quienes asumen este rol, dado que no a todos convence tener más responsabilidades que las directas. Más allá de (es cierto también) que hay una buena cuota de narcisismo en estas personas, ello no excusa el elogio.
Claro, los libros de management insisten en la diferencia entre jefe y líder, dando por resultado un enorme número de textos publicados en este sentido, y de los cuales la mayoría de nosotros está un poco hastiado. Sin embargo, tal como ocurre siempre en que los excesos intoxican, al día de hoy pienso que nos hemos ido al otro extremo, y situamos a los jefes como los malos eternos de la película, evitando ver las demás razones que cooperan en el quehacer cotidiano de las Compañías.
Es indispensable que comprendamos que el liderazgo es un rol a desempeñar, y que forma parte de un lugar dentro de una estructura. Un ecosistema en el que conviven diferentes personas, las que ocupan a su vez diferentes espacios. Entonces, aquel que decidió ponerse adelante en la gestión de gente, comprendió que sus acciones tendrán una influencia en los demás, tanto como sus decisiones impactarán en el resto de la empresa. Pero también hace falta establecer con firmeza que su fuerza dependerá de una serie de circunstancias que le son ajenas, y que en muchos casos hasta le exceden.
Por momentos, los que utilizan todo su tiempo en achacar a los jefes todas las causas que generan malestar olvidan que también son personas a las que les pasan cosas. Que son falibles, como todos y que tampoco pueden solucionar todos los problemas que detectan.
Entonces, sugiero que antes de desligarse rápidamente de las culpas, tirándoselas en la cabeza a los que desempeñan roles jerárquicos, analicemos cuál es nuestro grado de responsabilidad en los asuntos, para que en simultáneo logremos concientizarnos del poder que está en nuestras propias manos y así mejorar, aunque sea un poco, aquello que hoy nos molesta.