El que calla nunca otorga
“Mi viejo y mi tío no hablan, y nosotros vamos detrás de ellos, hasta que un día se pudra todo o alguno de nosotros se canse de seguirlos”. Así, con estas palabras y con cierto desconsuelo, me comentaba Raúl la situación en su familia en relación con la empresa de la que son propietarios, al salir de una conferencia en la ciudad de Rafaela.
Por Sergio Messing
Él es el hijo de Jorge, quien junto con su hermano mayor Cesar son los dueños de una fábrica de chacinados en el interior de la provincia de Santa Fe. Jorge tiene tres hijos y Cesar una hija. Trabajan en la empresa los dos hermanos propietarios, Raúl y Mariela, hija de Cesar.
Empezar desde cero hace cuarenta años, y hoy son una marca líder en el mercado nacional, exportadores a países vecinos y con un proceso de desarrollo sostenido en la última década, habiendo sobrevivido a las diferentes crisis que le tocó enfrentar a la industria nacional en general, y al sector que integran en particular.
Emprendedores, sólidos y consolidados; han llegado a la etapa del desarrollo de la familia en la que los chicos ya son grandes, pues su edad es diez años mayor a la de Jorge y Cesar cuando fundaron la empresa. Los hijos tienen alas propias y piden pista para remontar vuelo.
Los padres siguen trabajando con la misma lógica que cuando empezaron. Para ellos lo único que hace falta es compromiso, esfuerzo, dedicación y dinero. Deciden sin abrir el juego, y cuando el otro hermano toma una decisión con la que no están de acuerdo, eligen callar para evitar la discusión y el potencial conflicto que puede acarrear.
La cultura de la familia
Extendida a la empresa, y la búsqueda de la armonía permanente y eterna es una ilusión imposible de concretar, y además es una estrategia que asesina oportunidades, porque las divergencias son el modo de construir algo nuevo, de cambiar, de avanzar, de salir mejores que lo que éramos cuando decidimos esquivar la discusión.
Claro que el silencio es una elección apurada después de fracasar en las discusiones inoportunas (fuera de tiempo) y desubicadas (fuera de lugar). Hablar cualquier cosa, en cualquier momento y en cualquier lugar, es un camino seguro hacia la imposibilidad de entenderse, hacia la impotencia, el enojo y las disputas. Después de que eso ocurre, los familiares se autoconvencen de que hablar no soluciona nada, y entonces abandonan la idea de que la conversación es el terreno para acordar en aquellos temas en los que no hay acuerdo.
Y se callan, pero no otorgan. No se olvidan, anotan con resaltador en la memoria individual, y acumulan basura debajo de la alfombra común de la familia. Y “el que traga sapos vomita tempestades”, reza un viejo dicho.
Jorge y Cesar han llegado a un momento de sus vidas, y la empresa que tienen en común a una etapa de su desarrollo, en las que el silencio y la falta de conversación (o discusión) es un riesgo enorme. Los silencios acumulados son una bomba de profundidad que puede explotar en cualquier momento, o en todo caso, con la que se van a encontrar sus hijos, no tan por sorpresa, cuando los hermanos fundadores no puedan continuar en el lugar que hoy se encuentran. Entonces, o antes, ocurrirá lo que afirmó Raúl en nuestro breve intercambio.
El silencio
Nunca es una buena estrategia, menos aun cuando los hijos que trabajan en la empresa han llegado a su madurez como personas, cuando quieren asumir otros roles en la empresa, cuando tienen criterios propios desarrollados a partir de sus conocimientos y sus experiencias. Piden escuchar y opinar. Desean y necesitan participar. Quieren ser protagonistas, junto con los demás, de las decisiones que condicionarán el presente y el futuro de aquello, la empresa, que les tocará conducir en el futuro.
Raúl siente que está preso. Encerrado en una celda que, aunque es grande porque él ocupa un lugar jerarquizado dentro de la estructura ejecutiva de la empresa, siempre será una celda. Los barrotes son el pacto tácito de silencio que firmaron sus padres y que tiene como consecuencia que nada se hable.
El desafío de las familias empresarias es construir a tiempo, con paciencia y tolerancia, los espacios de conversación en donde se puedan hablar los temas de la familia, los de la empresa, y los propios de la relación compleja entre ambos ámbitos. El diálogo entre todos los integrantes no es una virtud, es una necesidad, y como tal hay que atenderla con eficacia.
Para ello existen lo que en los libros sobre empresas familiares se llaman órganos de gobierno. Para que cada ámbito, familia y empresa, tenga un espacio formal, con responsabilidades, integrantes, agenda y normas de funcionamiento que le sean propias.
Quizás la teoría apabulle, pero es bastante más sencilla de lo que parece.
La familia tiene que juntarse a hablar de las cuestiones familiares que afectan y son afectadas por la existencia y el desempeño de la empresa. Ustedes pónganle el nombre que más les guste. Los libros lo llaman Consejo de Familia. Discutan quienes van a formar parte del hasta que se pongan de acuerdo, y definan cuales van a ser sus responsabilidades y que temas se van a tratar y definir en ese espacio y cada cuanto se van a reunir. Y no se olviden de ponerlo por escrito.
Los que conducen la empresa tienen que juntarse a hablar de las cuestiones empresarias que afectan y son afectadas por la existencia de la familia, y de las que se derivan del presente y el futuro de los negocios. Ustedes pónganle el nombre que más les guste. Los libros lo llaman Consejo de Administración (o Directorio). Discutan quienes van a formar parte del hasta que se pongan de acuerdo, y definan cuales van a ser sus responsabilidades y que temas se van a tratar y definir en ese espacio y cada cuanto se van a reunir. Y no se olviden de ponerlo por escrito.
Después, cuando eso este hecho, discutan y pónganse de acuerdo como van a coordinar el funcionamiento simultaneo de ambos espacios. Como se van a comunicar y trabajar con la misma visión de futuro y forma de gestión del presente, para que ambos empujen para el mismo lado.
Complejo, pero posible. Más fácil si se cuenta con ayuda externa.
Continuará.
Los que conducen la empresa tienen que juntarse a hablar de las cuestiones empresarias que afectan y son afectadas por la existencia de la familia, y de las que se derivan del presente y el futuro de los negocios.
Empezar desde cero hace cuarenta años, y hoy son una marca líder en el mercado nacional, exportadores a países vecinos y con un proceso de desarrollo sostenido en la última década, habiendo sobrevivido a las diferentes crisis que le tocó enfrentar a la industria nacional en general, y al sector que integran en particular.