El país de Penélope en el andén
El año empezó cuesta arriba con el tema importaciones. Desde la oficina que actualmente administra las licencias no automáticas (LNA), están llamando a los importadores para avisarles el monto que van a aprobarles en este 2021. En muchos casos ese monto representa no mucho más del 15% de lo que las empresas pretenden. Pero empecemos por el principio.
Por Diego Dumont
Hay alrededor de 19000 posiciones arancelarias en nuestra nomenclatura. De estas, alrededor de un 10% son posiciones arancelarias con licencia no automática. ¿Qué significa esto? Que, en el marco de la OMC, nuestro país solicita a las empresas alguna información a que sirve a los fines administrativos, pero de ninguna manera pueden implicar una no aprobación. De hecho, la OMC otorga un plazo máximo 60 días corridos para aprobarlas, algo que, por supuesto en Argentina cada tanto no se cumple, y que ya nos ha valido denuncias y represalias en el pasado.
Ahora bien, antes de cerrar esta columna quisiera hacerles un breve recorrido por el peregrinar que atraviesa un importador cuando necesita importar alguna mercadería con LNA:
Lo primero que suelo aconsejar es tratar de organizar los pedidos, separando las mercaderías con licencia automática de las LNA. Eso para no “ensuciar” importaciones que sí salen aprobadas de las que no. Esto no siempre es posible, y mucho menos conveniente, pero aun así a veces es una solución parcial.
Una vez ingresada la declaración en el Sistema María, y su licencia no automática, el importador queda como Penélope en el andén. A partir de ahí, le quedan algunos trámites para tratar de subirse al tren de la aprobación, en el servicio AFIP del Ministerio de Desarrollo Productivo (SC Solicitud de Contacto): Solicitar audiencia: ya antes de la pandemia no se concedían y ahora menos. Para el común de los importadores es como morderse el codo…imposible. Consulta por LNA: mi definición es: reclamo que termina en un número de trámite que nadie responde. Presentación Proyecciones Comex: este trámite se ha vuelto indispensable. Muchas veces, no presentar el detalle de las exportaciones e importaciones de la empresa (proyectadas hasta 2023), inversiones y detalle de ventas locales, es motivo de estar en una lista negra.
Finalmente, hay una casilla de email [email protected] a la que se puede escribir, y que devuelve una respuesta automática donde manda al importador a hacer todo lo que les indicaba anteriormente.
Quedan los reclamos a través de Cámaras del sector, y oficinas de los gobiernos provinciales, que suelen tener alguna llegada política muchas veces pobre.
Agotado todo esto, el importador tiene dos últimas opciones: resignarse como Penélope, con tristeza a fuerza de esperar, o recurrir al Recurso de Amparo y obligar al Gobierno a hacer lo que debe (muchos temen represalias).
El gobierno cerró el grifo porque aprobar importaciones implica salida de divisas. Y porque el tipo de cambio oficial es una burla, que sólo existe para el comercio exterior. Así, traslada su incapacidad de corrección a los importadores y exportadores. No quiere corregir porque eso iría a inflación y los precios están calientes.
Hacia afuera, el cierre de importaciones podría implicar una caída de precios internacionales si fuéramos un “global player”. No lo somos ni cerca, así que el impacto es en casa. Desabastecimiento de productos (como está pasando con los neumáticos) y aumento de precios en sectores protegidos que no compiten con la importación.
Argentina es un país en el cuál desde hace un siglo, el 80% de lo que se importa va a producción. Nunca, cuando empieza a crecer puede sostener el ritmo de importaciones y se transforma en su propio techo. No es solución este parche de ver sólo el hoy y abrir y cerrar como un plomero. Necesitamos pensar a 20 o 30 años, usar las herramientas lícitas como aranceles y barreras técnicas para generar superávits en sectores donde estemos cerca. Ser precisos como cirujanos para dirigir la política comercial, e ir hacia una balanza positiva apuntalada en nuestras exportaciones, que nos permita aprovechar lo que otros países hacen mejor. División internacional del trabajo se llama esto y permite que las mercancías lleguen más barato a la gente, que no haya desabastecimiento y que bajen los costos domésticos de producción. Eso, o ser siempre Penélope en el andén.