El incalculable daño de los subsidios
Los subsidios son aportes no reintegrables que el gobierno otorga para poder asistir a un grupo de personas que se encuentran en una situación de carencia especial y por lo tanto, toda la ciudadanía (de aquí salen los fondos) aporta para poder paliar la economía de un sector indefenso.
Por Ing. Alberto Bottai
Muchas veces perdemos el concepto tanto de la ayuda excepcional para un grupo, como de que lo que se da no viene del cielo sino que lo pagamos entre todos. Y de esta forma, como también es mucho más fácil darlos que quitarlos, la Argentina en el año 2013 gastó en subsidios una suma total de $140.000.000.000.
Pero el mayor problema es que estos subsidios no se establecieron para auxiliar un determinado grupo de personas con necesidades insatisfechas, porque solo el 10 % es decir $14.000.000.000 se destinaron a la Asignación Universal por Hijos y el resto, ($126.000.000.000.-) se gastaron de diversas formas para cambiar el verdadero valor de las cosas para que cuesten menos o nada (Fútbol para todos), pero especialmente para subsidiar la energía en general (electricidad, naftas, gas. etc.).
En resumen y restando la pequeña parte del subsidio a hijos que cumple con una real función social con la que todos estamos de acuerdo, el resto lo recibe toda la sociedad pero también lo paga toda la sociedad, es decir que el gobierno, con el dinero de todos, determina que bienes o servicios y en qué lugar de la Argentina deben costar menos de su real valor.
El problema sería que el ciudadano no puede elegir libremente que hacer con su dinero, si prefiere gastar mucho gas para calefacción o arroparse más en invierno y destinar este ahorro para otro gasto o inversión. Pareciera que, como lo pagamos entre todos y se distribuye entre todos, sería neutro en relación al gasto, aunque arbitrariamente impuesto. Pero esto es absolutamente falso.
El mayor problema que genera un precio que no refleja su verdadero valor, es que es inductor de tendencias. Es decir, si el precio que pago por el gas es muy bajo, gasto sin límite ni medida y casi a nadie se le puede ocurrir desarrollar sistemas de energía alternativas como energía solar, eólica, etc. que requieren mayor inversión inicial. O sea que entre todos ponemos dinero para que gas y luz cuesten menos y no nos interese ahorrar en lo que consumimos y perdamos el concepto de ahorro. Pero tanto es el desequilibrio de las tarifas, que la electricidad cuesta siete veces menos en Buenos Aires que en Santa Fe y en Uruguay cuesta unas cuarenta veces más que en Buenos Aires. Debemos recordar que ambos países comparten Salto Grande y que Argentina es importador de energía.
Con esta realidad, podríamos concluir que el caos que vivió Buenos Aires este verano se hubiera solucionado, sin hacer ninguna reforma técnica y con solo cambiar la tarifa a un costo real. En que me apoyo para esta conclusión, que nosotros en la provincia de Santa Fe, donde la electricidad cuesta siete veces más que en Buenos Aires, con esta ola de calor hemos tenido inconvenientes con la distribución de electricidad, pero en nada comparable con el caos que vivió Buenos Aires.
Si el ciudadano bonaerense tuviera que pagar el verdadero costo de la energía, cuarenta veces mayor que la actual, el ahorro que se generaría para hacer entrar en caja la economía familiar y empresaria hubieran terminado sin duda con esa sobrecarga de demanda estacional. Y este es el daño colateral de los subsidios que no se toma en cuenta y es verdaderamente significativo.