¿Cómo llegamos a este presente y qué podemos esperar?
La Argentina ya no venía bien antes de la pandemia, el PIB cayó más del 2% en 2019 y si nos vamos hacia atrás, fueron años con vaivenes en los que no pudo consolidarse. En el verano de este año Alberto Fernández advirtió que no se iba a poder pagar la deuda en las condiciones vigentes. Tampoco el mundo venía atravesando su mejor momento.
Por Diego A. Dumont
En 2019 el comercio mundial de mercancías se desaceleró un 0,1% (a un crecimiento de 2,9%), mientras que el PIB mundial registró su valor de crecimiento más bajo de los últimos años (2,3%). Sin dudas, las tensiones entre China y EEUU, nada más ni nada menos que la mayor fábrica del mundo y la mayor economía, favorecieron a este contexto. Fuimos testigos de un mundo que pregona el libre comercio, pero vive una escalada de medidas proteccionistas sin respiro desde el crash 2008. Así puede apreciarse según muestra el indicador de Global Trade Alert, por cada medida que facilita el comercio se tomaron 2.46 medidas que lo complican. Recién hoy con la pandemia los países parecen aflojar un poco.
¿Qué podía empeorar?
Todo. Sobre llovido, mojado. Primero, se desplegó por el planeta una pandemia sin precedentes que pone aún más en jaque al comercio mundial. La OMC estima una caída del mismo para este año de entre 13% (pronóstico optimista), igualando lo sucedido en 2008-2009; y el 32% (pronóstico más pesimista), igualando a la crisis del 30, pero en un solo año (el comercio mundial cayó cerca de 30% en aquella crisis, pero en tres años). Es seguro que la demanda mundial caerá abismalmente, lo mismo que el PIB mundial (el Banco Mundial estima caída por arriba del 5%).
¿Y Argentina?
Como dije, ya veníamos mal, pasamos de Guatemala a Guatepeor y ahora tenemos pronosticada una caída del PIB real de alrededor del 12% para este año. Pero como si fuera poco, querido lector, sumamos ingredientes autóctonos a una receta para el desastre, que nos llevaron, entre otras cosas a una nociva brecha en el tipo de cambio que afecta sobre manera al comercio exterior. ¿Por qué sucedió esto? Paso a explicar.
Lo primero que solemos pensar si remitimos a un pasado próximo es que el tipo de cambio está atrasado. ¿Es así? Claro que no. Podemos ver -sin ser exigentes – el limitado índice Big Mac que elabora la revista británica especializada The Economist, en el cual Argentina está en el pelotón de países con moneda devaluada (aproximadamente 50%). Lo mismo, en otro cálculo sencillo casi de almacenero, si dividimos la Base Monetaria (M0) por las Reservas Internacionales en el presente, tenemos un tipo de cambio teórico de casi 49 pesos (que versus los 70 que paga un importador o cobra un exportador, nos dan una devaluación del peso cercana al 40%). Son números rápidos que en otra época no cerraban. Y siendo mucho más rigurosos, de la mano del tipo de cambio real multilateral, podemos ver que estamos casi en el promedio de los últimos cinco años por encima de la referencia, es decir, depreciados a pesar de que desde agosto pasado los precios se fueron comiendo buena parte del tipo de cambio nominal. La estrategia del Gobierno hasta ahora es ir acompañando con el tipo de cambio a la inflación (crawling peg). ¿Entonces qué pasa?
Pasaron varias cosas que fueron generando y acentuando la brecha del dólar. Marco algunos acontecimientos importantes que nos trajeron hasta acá. Primero la Comunicación del BCRA en octubre pasado limitando la compra de dólares a 200 por persona. Sabemos que lo que se limita se vuelve más escaso y eso repercute en su precio. Después, la ley de solidaridad y reactivación productiva de diciembre, que entre otras cosas reconoció una devaluación del oficial, recargando con un 30% las compras en moneda extranjera con tarjeta y su atesoramiento. Enseguida, en el verano el presidente anunciaba que no íbamos a poder pagar la deuda, (esto se confirmó cuando el 22 de abril Argentina no pago los cupones de los bonos), y a la vuelta de la esquina entramos en cuarentena, con todo lo que eso implica. El 22 de mayo entramos en default oficialmente y aún estamos negociando.
Hay quienes se asustan de que haya empezado a crecer el circulante (billetes y monedas en poder del público y de los bancos), aunque yo no tanto en lo personal, dado a que en este contexto de caída de actividad industrial y miles y miles de personas que han visto afectados sus puestos de trabajo, creo que son las políticas fiscales y monetarias expansivas, un antídoto indicado para salvar la economía.
Pero sí debería preocupar la incertidumbre de este combo. Sabemos que el dinero es medio de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor, pero que los pesos no cumplen con esto último. El argentino medio ve el dólar subir y sale… a comprar más dólares. Se refugia en el dólar y no analiza las causas de por qué sube.
Así estamos hoy con una brecha cercana al 80% entre el oficial y el blue, o de alrededor del 50% versus el dólar MEP y el CCL, que tienta a los importadores y desalienta la exportación. El peligro es que el público lleve a precio su percepción sobre los tipos de cambio más elevados (blue, CCL y MEP). Queramos o no, esta brecha aún sin haberse originado en un atraso, presiona a la devaluación, y ésta por el Pass Though se va a precio, es decir, inflación.
¿Qué pueden esperar los exportadores e importadores?
El gobierno cree que la bala de plata es el arreglo con los bonistas. Asegura que en caso de arreglar habrá menos incertidumbre y la brecha se acortará. Si eso fuera cierto, podríamos esperar un gobierno que esté aún encima del tipo de cambio, y con medidas más moderadas sobre las importaciones.
Si al gobierno le sale mal (o no arregla o no es suficiente como piensa), espero un control mucho más agresivo sobre el mercado de cambios y las importaciones, y una batalla que puede perderse y terminar con una marcada devaluación del oficial.
Sabemos que habrá una importante salida de dólares por la Cuenta Financiera. La buena noticia es que la balanza comercial en este contexto adverso es superavitaria, tanto la del 2019 (U$S 15990 millones), como la parcial de 2020 a abril (4720 millones), sobre todo, por lo que fue hasta el momento un derrumbe de las importaciones y la actividad económica. Reina una gran incertidumbre sobre lo que vendrá. Lucio Anneo Séneca dijo: “En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto”.