Claves para entender por qué pagamos tanto por la tecnología
Para reducir los costos, es necesario continuar con algunas transformaciones sustanciales de nuestro comercio exterior. “El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos” (Henry Ford)
Por Diego A. Dumont
Un teléfono celular Samsung S8 con una tarjeta de memoria de 64 GB cuesta US$ 724 en los Estados Unidos (BestBuy), US$ 790 en Chile (Linio) y US$ 1186 en la Argentina. Un televisor con pantalla LED de 32 pulgadas de primera marca cuesta US$ 160 en los Estados Unidos, US$ 250 en Chile, y US$ 350 en nuestro país. Y una Play Station 4 de 500 GB tiene un valor de US$ 230 en los Estados Unidos, US$ 380 en Chile, y US$ 600 en cualquier local de nuestro país.
Los argentinos aún pagamos un teléfono celular moderno casi el doble de lo que cuesta en el Primer Mundo; por un TV LED más del doble, y por una consola de videojuegos casi el triple (y por US$ 300 -la mitad de lo que cuesta en la Argentina- en los Estados Unidos se consigue con un terabyte de memoria más un juego de regalo…).
A su vez, los precios del ejemplo de nuestro vecino Chile son más baratos en 33% (celulares), 30% (TV) y 36% (consola). Para sumar más argumentos, quienes se animan a incursionar en el e-commerce pueden desde su casa comprar cualquiera de los productos mencionados a la mitad de precio de lo que cuestan en la vidriera de cualquier negocio en la Argentina, y con garantía.
Si uno busca las claves o causas se encuentra con una multiplicidad de razones, sobre algunas de las cuales el Gobierno ha venido trabajando para eliminar paulatinamente el costo argentino de la tecnología importada. Entre estas podemos mencionar:
1 – Aranceles
El gobierno nacional atendió parcialmente este punto en febrero del año último (decreto PEN N° 117), eliminando los aranceles de importación de más de 70 posiciones arancelarias de artículos tecnológicos (dentro de los que se incluyen impresoras, unidades de memoria, netbooks, memorias, lectores, periféricos, etcétera). Esto permite que ingresen a arancel cero productos que no se producen en el país (en el mejor de los casos se ensamblan), tratando de equiparar lo que sucede en otros países. Sin embargo, el decreto no cubre la totalidad de los electrónicos. En la actualidad, las consolas y los televisores pagan 20% de derechos de importación y los teléfonos celulares 16%, por citar algunos ejemplos. En cambio, Chile tiene acuerdos de libre comercio con Japón, Corea, los Estados Unidos y China, lo que facilita el ingreso de tecnología con una baja o nula carga arancelaria.
2 – El costo financiero incluido en los precios
Punto solucionado cuando a inicios de este año la Secretaría de Comercio refrescó a los comercios la ley de defensa al consumidor, que obliga a suministrar al usuario o consumidor, entre otros datos, el importe a desembolsar al inicio y el monto financiado, la tasa de interés efectiva anual, el total de los intereses a pagar o el costo financiero total, el sistema de amortización del capital e intereses y la cantidad, periodicidad y monto de las cuotas.
3 – Un impuesto de otro tiempo sobre algunas importaciones
Los impuestos internos son -luego de los tributos aduaneros- de los más antiguos. Su creación proviene de un proyecto que envió el por entonces presidente de la Nación Carlos Pellegrini al Congreso en 1890, luego se renovó anualmente y desde 1894 fueron establecidos sin plazo siendo objeto de numerosas modificaciones.
Se trata de un tributo sobre el consumo específico de determinados bienes y servicios no necesarios -o no tan necesarios-, que incluso conviene desalentar. Tanto es así que en su génesis se gravaron alcoholes, vinos, fósforos, cervezas, primas de compañías de seguros y utilidades de empresas extranjeras. Pero su último texto ordenado data de 1979, y a pesar de las sucesivas modificaciones, existe cierta rigidez para adecuar las mercaderías alcanzadas.
Hay casos en los que se ha acompañado el paso del tiempo con cierto sentido común, aplicando el impuesto a partir de determinados valores mínimos (automóviles, motos, embarcaciones y aeronaves), e incluso dejándolo sin efecto (automotores y motores gasoleros). Pero hay otros casos en los que no ha sido así, y se generó la obligación de pago del impuesto en bienes que ya no son un lujo. Un ejemplo es el de algunas importaciones tecnológicas. Concretamente la ley habla de “expendio”, y en el caso de la importación alcanza al despacho a plaza y la posterior transferencia por el importador de productos como decodificadores, monitores de computadora, televisores, microondas, acondicionadores de aire, pantallas led publicitarias y teléfonos, por nombrar algunos.
Recientemente, el Poder Ejecutivo Nacional (decreto N° 979) redujo del 17% al 10,5% los impuestos internos de estos productos. Se trata de una eliminación parcial que forma parte de un plan gradual para llegar a 0% en 2024. Los impuestos internos están entre los aspectos más distorsivos de precio. Seguramente, si se avanza gradualmente es un guiño a favor de las empresas de Tierra del Fuego para que puedan reconvertirse progresivamente del ensamblaje a sectores más estratégicos para el país.
4 – Licencias
Afortunadamente, el contexto actual supera a lo acontecido en años recientes. Durante 2012 hasta 2015 las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI) se transformaron en un verdadero grifo para todas las importaciones. Esto obligaba a los operadores a incurrir en extracostos para lograr su obtención (pagar comisiones a exportadores, viajar a Secretaría de Comercio asiduamente -no había ventanilla electrónica en los primeros años-, contratar consultoras, etc). En la actualidad el Sistema de Licencias que aplica el Gobierno (SIMI) es lo suficientemente flexible con los productos tecnológicos sin industria nacional. De hecho, recientemente la Secretaría de Comercio, resolvió dejar de requerir licencia no automática a varios productos electrónicos.
5 – Costos operativos
Otro punto importante a destacar es el costo de operar en la Argentina. Sobre ese punto también se está trabajando en varios frentes: Ventanilla Única Electrónica, expedientes digitales, Plataforma para Trámites a Distancia y una desburocratización gradual y generalizada del comercio exterior. Un punto a destacar es el lanzamiento este año del Operador de Riesgo Administrado, intentando bajar el “canal rojo” que dispara altísimos costos a los operadores y se contrapone con bajos resultados para el Estado, pasando de “tocar y contar” todo a mayor inteligencia en la selectividad. En agosto, el entonces director de Aduana Juan José Gómez Centurión contaba en el Congreso del CDA que, en una simulación real, para un mismo operador, en 2016 se obtuvieron 263 canales rojos (sin resultados) y en 2017 con los nuevos parámetros sólo 36. Esto implica un ahorro de aproximadamente 10 millones para el operador, y también hay un ahorro en los recursos aduaneros.
Para dejar de pagar por la tecnología dos o tres veces más que en el primer mundo, es necesario continuar con algunas transformaciones sustanciales de nuestro comercio exterior. Dejar de pensar en ser un país que hace a la fuerza lo que otros hacen mejor, para empezar a sacar el jugo de lo que mejor hacemos. Poner el principio de especialización de los países a nuestro favor, migrando progresivamente el ensamblado de tecnología comprada a producción de tecnología propia, fundamentalmente de sectores donde la Argentina tiene un potencial enorme, como lo son la biotecnología o el software.