Baltasar Garzón: “Es negocio no hacer trampas”

Uno de las limitaciones del empresariado PyMe, en Argentina, es asumirse como dirigente social y tomar su empresa, precisamente, como una organización en donde las responsabilidades deben estar lo más claras – y limitadas- posibles para lograr un funcionamiento previsible, al menos, en lo que hace a las relaciones humanas.
Por Pablo Benito
Algún grado de certeza tiene aquella frase de “el ojo del amo engorda el ganado”. Es una metáfora, pero parte de premisas, para nada inocentes, del lugar del “amo” y su relación con el “ganado”. Esa ecuación termina, por lo general, con los empresarios en la Unidad Coronaria y los trabajadores sumidos en la angustia
Uno de los referentes de este modelo empresarial es el jurista español, Baltasar Garzón que, en su paso por Santa Fe, interpeló a empresarios y trabajadores sobre el sentido mismo de la ganancia, el poder y la acumulación exento de un norte humanista.
– ¿Cómo podemos “persuadir” a un empresario de avanzar hacia un modelo de relación más justa en lo laboral?
Se trata de poner sobre el tapete – blanco sobre negro- que hacer trampa, al final, siempre es más caro. Esto es como el que deposita sus fondos en paraísos fiscales. Tiene la preocupación de sacarlos del país. Tiene que cuidarlos, tiene que vigilarlos, luego debe tener cuidado a la hora de gastarlos y si hay una administración democrática y un Estado de Derecho –que esto no siempre, evidentemente, es así – va a tener problemas antes o después. Si sumas todas esas características negativas, con los positivas, vas a concluir que te hubiese convenido pagar tu 35, 40 o 45% de impuestos. A parte de la no disposición del dinero y de la posible cárcel, es negocio no hacer trampas.
-Sería cambiar de paradigmas del “tener”
Es cambiar de paradigmas y tener presente que, para llegar a esos resultados, se debe tener en cuenta que son seres humanos los que trabajan. En ese trabajo en común, respetando la tensión de lo social y lo empresarial, hay intereses comunes. Respetarlos y comprenderlos redunda en el beneficio individual, del progreso general, de los derechos y la dignidad de las personas. Por supuesto que razonarlo no es tan difícil. Otra cosa es ponerlo en práctica.
– ¿Hay un cambio de época, entonces, en esa visión de los DD HH?
Es el momento y así lo está entendiendo las Naciones Unidas u organizaciones como la propia Unión Europea – muy adelantados en este tema-, pero también lo ha comprendido, de igual manera, el Sistema interamericano de derechos humanos.
Esta iniciativa en la provincia de Santa Fe, que me trae aquí, es muy importante porque se trata de un Estado que entiende que es, precisamente, el ámbito laboral en donde tenemos que empezar a jugar en el desarrollo de la consagración de los derechos humanos.
Llamar a los derechos culturales, económicos, de la identidad “derechos de tercera generación”, es una terminología ya obsoleta. Se trata de un todo.
La fundación, que yo presido, viene trabajando desde hace tiempo y escribiendo sobre esto. Consideramos que es fundamental, en este caso, la sinergia planteada aquí por pequeños y medianos empresarios de la provincia de Santa Fe. Es fundamental y reclama la participación ciudadana. Los ciudadanos, cada vez, necesitan decirle de manera más clara las cosas al poder.
¿De manera “directa” digamos?
Claro, a veces las instituciones viven demasiado a espaldas de las necesidades y de los verdaderos anhelos y problemas de la sociedad civil. Entendemos que se están dando tensiones importantes entre las grandes corporaciones y las pequeñas y medianas empresas. No sólo es algo que pasa en Santa Fe, sino que ocurre en todo el mundo.
Muchas veces no podemos saber si esos monstruos, que son las corporaciones, tienen una cabeza o muchas cabezas y tampoco podemos estar seguros de a quien responde. Este es un punto necesario para determinar el ámbito para la lucha por los derechos humanos. Nosotros consideramos, incluso, que es beneficioso para todas las partes.
Proteger, respetar y remediar
El conocido “Marco Ruggie”, refiere a un trabajo encomendado por Naciones Unidas a John Gerard Ruggie quien, entre 2005 a 2011, se desempeñó como “Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y Empresa”. En esa condición, produjo los Principios Rectores de la ONU sobre Empresas y Derechos Humanos. Este instrumento fue “aprobado” por unanimidad por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
El profesor Ruggie, redactó un documento que recoge el conjunto de buenas prácticas empresariales.
Derechos humanos
1. Apoyar y respetar la protección de los derechos humanos proclamados en el ámbito internacional.
2. Asegurarse de no ser cómplice en abusos a los derechos humanos.
Derechos laborales
3. Respetar la libertad de asociación y el reconocimiento efectivo del derecho a la negociación colectiva.
4. Eliminar todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio.
5. Abolir de forma efectiva el trabajo infantil.
6. Eliminar la discriminación con respecto el empleo y la ocupación.
Medio ambiente
7. Apoyar los métodos preventivos con respecto a problemas ambientales. 8. Adoptar iniciativas para promover una mayor responsabilidad ambiental.
9. Fomentar el desarrollo y la difusión de tecnologías inofensivas para el medio ambiente.
Anticorrupción
10. Trabajar contra la corrupción en todas sus formas, incluyendo la extorsión y el soborno.
Lo que puede parecer una utopía hoy podemos identificarlo en la voluntad política internacional de perseguir y aceptar las investigaciones de organizaciones supranacionales que vienen siendo acatadas por distintos Estados en el caso Odebrecht o el impacto de los Panamá Papers en lo que abre un nuevo esquema de persecución criminal internacional.
Esta iniciativa en la provincia de Santa Fe, que me trae aquí, es muy importante porque se trata de un Estado que entiende que es, precisamente, el ámbito laboral en donde tenemos que empezar a jugar en el desarrollo de la consagración de los derechos humanos.
Baltasar Garzón es uno de los más lúcidos exponentes de una corriente del pensamiento, no sólo jurídico, sino también social y político, que comenzó a imponerse en los organismos internacionales para propagar una idea democrática y progresista – en términos humanistas y productivos- que no tiene relación con “amos y ganado” sino con derechos humanos.