Volvió el algodón tras décadas de ausencia
El algodón volvió a cultivarse en el albardón costero del departamento San Javier. El retorno se produjo como alternativa de rotación en campos arroceros infestados de malezas resistentes a herbicidas. Pero este año, gracias al buen precio de la fibra, se tornó también una muy buena opción económica.
Como cantó el Chango Rodríguez en la zamba “Luna Cautiva”, el algodón parece decir “de nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia” en los campos del departamento San Javier, donde tuvo protagonismo hasta las décadas de 1970 y 1980, antes de ser desplazado por el arroz como monocultivo.
El retorno comenzó hace algunas campañas como respuesta a un grave problema que se instaló en los campos arroceros: la infestación de una maleza resistente a herbicidas, el arroz colorado, que tornó inviable el cultivo en miles de hectáreas. Se señala esta dificultad como la principal causa del fuerte achicamiento del área, que cayó de casi 50.000 hectáreas cultivadas hace una década hasta las 30.000 en las que se estacionó en las últimas campañas.
La necesidad de rotar el cultivo y los herbicidas para poder limpiar campos de arroz colorado hizo que los productores costeros vuelvan a interesarse en el algodón, ya que la calidad del suelo en la zona -en general- no admite soja o maíz. Los primeros intentos, un par de años atrás, fracasaron por inconvenientes climáticos. Pero finalmente este año se produjeron unas 500 hectáreas de algodón con muy buen desempeño agronómico y económico. A tal punto que entre la Asociación de Técnicos Arroceros de San Javier, el INTA y el Ministerio de la Producción se animan a soñar con algodonales sobre 6.000 o 7.000 hectáreas; y hasta la instalación de una desmotadora para procesar la materia prima.
Solución agronómica
En diálogo con Campolitoral, el ingeniero agrónomo y concejal sanjavierino Eduardo Baucero recordó que la zona fue algodonera en sus inicios agrícolas, “con desmotadora y todo el círculo productivo armado”. Si bien no eran muchas las hectáreas, se sembraba antes de ser desplazado por el arroz, “que se instauró como monocultivo”.
El desarrollo de las variedades Clearfield (tolerantes a imidazolinonas) aceleró la expansión arrocera, pero a su vez esta repetición del cereal campaña tras campaña derivó en la tolerancia de las malezas a ese principio activo.
“Hoy vuelve a ser una alternativa”, dijo Baucero sobre el algodón, principalmente para “limpiar los campos”, aunque a la luz de los resultados en cantidad y calidad también promete rentabilidad.
Por su parte, el ingeniero agrónomo Jorge Ayala de INTA San Javier indicó que vienen trabajando para incentivar a los arroceros a rotar cultivos porque “hay lotes que tienen 30 años continuos”. Y si bien en algunos ambientes han incursionado con maíz, sorgo y hasta girasol, “en el albardón costero el algodón tiene buena capacidad de responder con rendimientos aceptables”.
Respecto de los suelos arroceros, Baucero explicó que el horizonte superficial es muy fino, con una capa arcillosa debajo que genera encharcamientos. “Para el cultivo de arroz es ideal para mantener los lotes regados”, pero no para otros cultivos, excepto el algodón, que “es lo que más se acomoda para este tipo de suelos”. También sostuvo que “con el precio que tiene la soja se podría pensar que sería la mejor alternativa para rotar con rentabilidad, pero en estos suelos no es factible”.
También es negocio
Baucero remarcó que la intención es “limpiar los campos” y que “la rentabilidad mucho no se mira”. Sin embargo, en este momento con el precio que actualmente tiene la fibra, entre $65.000 y $90.000 por tonelada de algodón bruto, “se vuelve una alternativa muy importante, que además de permitir la limpieza está dejando un margen al productor”. Con una estructura de costos menor, lo hace aún más atractivo frente al arroz, que hoy no es rentable por el bajo precio y la alta inversión.
“En costos no tiene comparación”, dijo Baucero, porque “el arroz hoy debe ser una de las producciones más costosas”. Calculó, desde la siembra hasta la cosecha, que “cuesta más o menos 5.500/6.000 kilos” por hectárea, prácticamente el rinde promedio en la zona. En cambio a los precios actuales, hacer algodón tiene un costo por hectárea que ronda los 700/800 kilos (bruto) y están cosechando 1.500/1.800 kilos. “Pero se puede apuntar, con un poquito más de tecnología, a rindes más altos”, aseguró. En cuanto a la calidad de la fibra obtenida, desde la Unión Agrícola de Avellaneda indicaron a Campolitoral que el producto sanjavierino que desmotaron en sus instalaciones “tienen buena calidad hilandera, comparado con lo bajo en resistencia y longitud que tienen los lotes de esta zona, que han sufrido una fuerte sequía”.
Lo que falta
Según la estimación de Baucero, entre los distritos San Javier y Alejandra se sembraron unas 500 hectáreas entre dos productores, una superficie levemente superior a la que hicieron el año pasado. “Para la campaña que viene se sumarán más hectáreas”,dijo, de estos mismos agricultores. Y si bien “viene creciendo el cultivo y se empieza ver cada vez más”, todavía no logra concitar la atención de los arroceros.
Así lo confirmaron otros especialistas locales. El jefe de la oficina San Javier del Ministerio de la Producción, Rodolfo Vicino, consideró que si bien es una herramienta eficaz para incluirlo en la rotación con el fin de controlar malezas, “no veo interés en el cultivo por parte de la mayoría de los arroceros”. Al respecto comentó, como dificultades, que “sufre altibajos en el aspecto comercial”, además de que la recolección exige maquinarias específicas y en la zona no hay contratistas dedicados al cultivo.
En el mismo sentido opinó el asesor Leonardo Van Opstal. Lo evaluó como una excelente alternativa agronómica y también económica, ya que a 150 kilómetros hay desmotadoras, pero “falta que le interese al productor; es otro cultivo, se usa otra cosechadora”.
Ayala, de INTA, también apuntó que “sin duda el cuello de botella” es la falta de maquinaria en el momento de la cosecha. “Están en el norte, entonces es difícil traer una cosechadora para que levante lotes de 200 o 300 hectáreas; vas quedando para lo último y se te viene el otoño, te agarran las lluvias, se pasa el cultivo y pierde calidad la fibra”, detalló. Sin embargo, comentó que “un productor compró una cosechadora Javiyú”, por lo que no es imposible que comience a haber máquinas en la zona.
Aún a pesar de las contrariedades, Baucero consideró que “con la demanda de trabajo que hay en la zona” es lícito entusiasmarse y pensar “en poder tener una desmotadora en San Javier y que en algún momento se llegue a 6.000 o 7.000 hectáreas de algodón en rotación con arroz”.